En la India

El estado indio de Meghalaya, es el hogar de los montañosos bosques subtropicales, uno de los lugares más húmedos de la Tierra, donde cada año caen 12 metros de lluvia.

Superando obstáculos

La maleza de la selva vuelve prácticamente inaccesibles las laderas envueltas en niebla y enfangadas de lodo. Durante el monzón los senderos entre las aldeas quedan sumergidos  bajo cataratas y caudalosos ríos difíciles de vadear.

Una vez más la necesidad por la subsistencia engendró la virtud que, unida a la capacidad de observación y a la paciencia cultivada lejos de la exigencia temporal, llevó a las personas que viven allí  a encontrar una manera de superar los obstáculos…Puentes… esa era la solución pero faltaban las grandes herramientas…

Un bien común

Aquellas personas observaron cómo en su entorno las raíces de algunos árboles se extendían hasta el agua. Unas raíces cortas y flexibles, que se volvían gruesas y fuertes con el paso del tiempo.

En esa observación encontraron la respuesta, la manipulación de estas raíces en beneficio de la gente. Con las manos, unas herramientas básicas y la materia prima creciendo ante ellos empezaron la tarea.

Naturaleza al servicio de la vida

Comprobaron que el  árbol del caucho indio, Ficus elástica, producía raíces aéreas fuertes y parecidas a cuerdas que, una vez atadas a un andamiaje de troncos huecos de palmeras  o a tallos de bambú, podían prepararse durante décadas para crecer en horizontal sobre barrancos y riberas empinadas.

Posteriormente y con paciencia había que persuadir a las raíces para entrelazarse y formar los puntales y soportes que tras 10 a 15 años se volvían lo suficientemente sólidos para servir como puentes capaces de aguantar hasta 50 personas a la vez  extendiéndose a medidas de más de 30 metros, crecieron y sobrevivieron en el tiempo llegando a alcanzar, algunos de ellos, más de 500 años de edad.

Puentes que ofrecen una pisada suave, casi imperceptible y soportan el peso del cuerpo de una forma flexible que jamás sería posible en el hormigón y el metal inertes. Pese a que las barandillas están hechas de tejido vivo, bajo las manos se siente el inmenso poder de los árboles unidos produciendo la sensación de retroceder en el tiempo.

Documentación y fotografía.– nationalgeographic.es / viajerosdelmisterio.com

 

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