Cuando la primavera comenzaba a empujar la puerta y la luz de los días alargaba las tardes, Chisco se puso nervioso, en su mundo nebuloso e invisible, al otro lado del espejo, observaba las rutinas de la nueva estación con cierta inquietud, como cada año. Percibía de nuevo el olor del aire, que no tiene olor, el color del aire, que tampoco lo tiene, cuestiones estas que para seres especialmente sensibles se presentaban de forma natural. Avanzaban así los días y el trajín de la casa se renovaba en los cambios de armario, en los aromas de la cocina, en la impaciencia de los críos que al llegar a casa se tornaban incontrolables…- ¡Por Dios, cuando les darán las vacaciones…!- ¡A ver si así descansamos todos!- Llegaron por fin las ansiadas vacaciones, Chisco, después de seguir durante tanto tiempo aquel ritual, tomó una decisión y se acurruco en una de las maletas, entre los calcetines. Un golpe seco cerró el maletero y los ojos del polizón.

Chisco y los calcetines pasaron la primera noche en el cajón de la ropa interior y de ahí a la mochila de las excursiones dio tiempo de sobra a recuperar brío. La primera luz que vio en el Norte fue verde, acostumbrado a los ambientes cerrados de la casa, la bocanada de aire que le envolvía desestabilizaba su cuerpo pequeño, transparente, invisible y su cerebro escaso… Lo que le rodeaba  tenía vida propia, percibía cómo crecían los brotes en el bosque, el lento transitar de seres diminutos que pululaban en los troncos musgosos, el aleteo de los helechos traspasados por mariposas y libélulas. Escuchó las llamadas y los cantos de las aves sonando por doquier, zumbidos de abejas, avispas y mosquitos, vio las hileras de hormigas cruzar entre la hojarasca y a las arañas acechando su presa, se deslumbró con los intensos destellos de rayos de sol  colándose entre las copas de los árboles, iluminando el suelo del bosque mientras se  desplazaban conforme transcurría el día.

foto portada

» Lo que le rodeaba tenía vida propia, percibía cómo crecían los brotes en el bosque…»

Nada que pudiera atrapar, nada que hacer desaparecer. Su oficio allí no tenía aplicación posible esa afición por guardar todo lo que se encontraba en un mismo sitio, no parecía posible en aquel «desordenado» espacio… Por ello el sumiciu sin poder trasegar con su rapiña habitual notaba cierta inquietud conforme avanzaba el tiempo. Refunfuñando para sus adentros dio un traspiés con una rama mientras caminaba sin saber hacia donde, aunque buscando siempre algo familiar en todo aquello que le rodeaba… nada… Silencio roto por sonidos extraños…¡Nada!… La convicción de que no estaba en su «territorio» llegó cuando, al intentar incorporarse, un botón de alguno de los caminantes cayó al suelo…Rápidamente lo recogió y encontró la respuesta… -¡Vacaciones es esto!- Se dijo sin perder de vista la mochila que avanzaba delante suyo.

 El sumiciu

«…esa afición por guardar todo que se encontraba en un mismo sitio, no parecía posible en aquel «desordenado» espacio…»

Documentación.- sobreleyendas.com

Fotografías.- Archivo Selva Asturiana

Texto.- Ana I.D.Goti

 

 

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