El 8 de diciembre se impuso como el día para comenzar a instalar el Árbol de Navidad, normalmente un pino o un abeto. Una tradición con raíces paganas, se dice que los celtas al comenzar el solsticio de invierno adornaban un roble –su árbol sagrado– para asegurarse el regreso del Sol. Al perder sus hojas en invierno los celtas le adosaban pequeñas antorchas y ramas de especies perennes, en la creencia de que así lo protegían del frío y lo ayudaban a recobrar fuerzas para retoñar en primavera. Una vez producido el solsticio (21 de diciembre) se repartían las antorchas como augurio de un pronto verano.
El culto pagano germano celebraba el nacimiento del dios Frey en una fecha cercana a la Navidad adornando un árbol perenne, llamado Ygdrassil o Árbol del Universo. Este árbol representaba en su copa, tronco y raíces diversos lugares sagrados de la mitología nórdica, como Asgard (casa de los dioses), Valhalla (palacio de Odín) o Helheim (reino de los muertos). A mediados del siglo XIX el árbol de Navidad saltó a Inglaterra mediante el matrimonio del príncipe Alberto (alemán) con la reina Victoria en 1846. Alberto decidió adornar un gran abeto en el castillo de Windsor, y a los ingleses les gustó el resultado. Tal fue su aceptación entre las clases obreras y clases medias que, un par de décadas después, el árbol de Navidad cruzaba el Atlántico para arraigar con fuerza en las navidades de Estados Unidos.
Los judíos poseen su Árbol de la Vida, que no existe materialmente, pero que se dibuja con diez redondeles, que representan las diez emanaciones espirituales o sefirots, a través de las cuales Dios habría dado origen a todo lo existente. El Árbol de Navidad debe poseer entre 24 a 28 esferas, dependiendo de los días que tenga el Adviento, que se van colgando desde el 8 de diciembre hasta Nochebuena, y cada una se acompaña de una oración o un propósito.
Fuentes.- www.mdzol.com
culturatrivial.blogspot
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